lunes, enero 30, 2006

Viaje a Decrepilandia : 3ª parte, nudo 2

Olía a ancianidad y es un olor que siempre me ha atemorizado. Esta sala era una nave como de unos 15 -20 metros de largo y unos 3.5 de ancho de la cual y hacia los lados salían tres subsalas más pequeñas. En cada una de estas había 6 camas y a ambos lados del pasillo y fuera de las subsalas, camas por todas partes. Me llevaron hasta el centro de lo que en realidad era el pasillo donde una luz tenue iluminaba a un par de enfermeras. "Hola" me dijeron, "te toca pasar aquí la noche, así que dime donde te ponemos. Ahora mismo tienes tres camas libres, así que puedes elegir, una ventana, en medio o..."No le dejé terminar la frase, y le dije, "estoy bien, por favor lo más lejos posible". Y me entendió perfectamente. "Jo, lamento que te haya tocado aquí, pero no hay otro sitio. Espero que no te asustes, porque en mitad de la noche, a veces los abuelos gritan o algo, hay algunos que tienen demencia". Y al decir esto, me colocó un mechón de pelo que me caía sobre la frente detrás de la oreja. Yo afirmé con la cabeza y añadí un "no, tranquila", pero tampoco podía añadir mucho más.
Efectivamente me pusieron lo más lejos que pudieron, es decir en el pasillo de salida, al lado de una puerta y enfrente del baño. Yo era la cama nº 27, luego me enteré que a ambos lados y en cada hueco que hubiera, una cama era colocada, hasta un total de 30.
No tengo mucha experiencia durmiendo con sueros puestos y además extrañaba la cama, así que pese al cansancio no había manera de dormir.
Una señora gritaba en mitad de la noche, "no me dejeis aquí, ayudadme, ayudadme" y después prorrumpía en llanto. Así cada media hora aproximadamente. Las enfermeras se levantaban, iban con linternas hasta su sitio y la trataban de tranquilizar. A cada rato, también ancianos iban al baño a oscuras, sobre todo hombres, imagino que por el tema de la próstata. A su andar cansino le acompañaba un ruido de ruedas deslizándose: el carro de los sueros. Dos veces en la noche entraron a más enfermos, una por la puerta al lado de la que yo estaba. Y a las seis de la mañana encendieron las luces. Supongo que sería el cambio de turno de las enfermeras, aunque en general, todos los ancianos o mejor dicho todos nos quedamos en la cama con los ojos cerrados. Misteriosamente, la luz nos tranquilizó a todos y hubo más silencio en esa hora o dos, que casi en el resto de la noche. A las ocho empezó el movimiento de verdad. Abrí los ojos y vi que había camas por todos lados y que con una diferencia de 20 o 30 años yo era la persona más joven que había alli. Solo había dos baños, uno para hombres y otro para mujeres, sin ducha, tan solo una taza y un lavabo. Y creo que la proporción de mujeres frente a hombres era de 3 a 1. Nos dieron una esponja jabonosa, una toalla y un camisón limpio. Y la cola se fue deslizando de una en una, hasta que muchas personas entraron y se asearon antes de desayunar. Yo no podía moverme de la cama, porque no tenía carrito para los sueros. El trajín de los angeles con pijama azul ( lease enfermer@s) era continuo, que si ahora te tomaban la temperatura, que si después te cambiaban el suero, que si te tomaban la tensión. La verdad es que el trato fue impresionante, te llamaban por tu nombre y bromeaban contigo, diciéndote eso de "mira que buen aspecto tienes esta mañana".
"Pasará el medico a verte a eso de las doce. Estamos pensando en tomarte una muestra de heces para hacerte un cultivo". Me quedé mirando al enfermero esta vez y le dije, "¿tu crees que tengo la intimidad suficiente para hacer esas cosas...? Estar más de cinco minutos en el baño es pecado mortal y algo tendré que asearme". Y el, simplemente afirmó con la cabeza y dijo "te entiendo". Entrar al baño fue un ejercicio de voluntad, porque olía fatal, no me atreví, por supuesto, a sentarme en la taza y apenas podía rozarme con nada... me daba una grima horrible. Me lavé como buenamente pude.
Cuando vino la doctora, una chica guapa, rubia, dulce, encantadora le dije, "quiero irme de aquí. Por favor deja que me vaya". Y negó con la cabeza, "no puedo hasta el resultado del analisis de sangre, tienes síntomas de una infección potente y te ha subido un poco de fiebre esta mañana". "Por favor", le dije, "vivo a cinco minutos en coche, prometo que voy a ser buena, si me encuentro mal vendré corriendo, me controlaré la fiebre, lo que quieras, pero deja que me vaya". Y volvió a negar, "vamos a ver esos analisis y después veremos".
Cuando la doctora pasó a otra paciente, al mirar alrededor, noté una cierta expectación, los ancianos se colocaban los pañales bien, se ajustaban los camisones, se sentaban en los sillones con cierto aspecto esperanzado. Se acercaba la hora de la visita. De 13 a 14 horas vendrían a vernos.

viernes, enero 27, 2006

Viaje a Decrepilandia, 2º Parte: EL Nudo

Hace unos años me leí el libro El Hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Prometo que después de leerlo me miré en el espejo y dije, Anita, date con un canto en los dientes, porque gracias al de arriba todo tu cuerpo funciona bien, en mayor o menor medida. Pues eso era lo que pensaba yo mientras esperaba a que un medico me dijera algo. Notaba mi cuerpo descontrolado y dolorido por todas partes. Es feo decirlo, pero a duras penas controlaba los esfínteres, y tengo serias dudas sin en algún momento no llegué a perder el control. Me pasaron a consulta donde me hizo el test una Barbie de revista, nombre, edad,
¿que te pasa? Gastroenteritis aguda, respondí
­¿número de deposiciones?
tal y cual,
¿Has observado productos patológicos?
Pues mire usted, no estaba yo pensando en observar si había productos o cosas raras tanto en mis heces como en mi vómito.
¿Te has tomado la temperatura?... Pues no, estaba yo intentando no caerme al suelo. Y encima es q te tienes que sentir culpable por no mirar tu caquita... manda narices! Lo curioso del tema, es que estando allí, vomité en un cacharro que me dieron para la ocasión y la tipa ni siquiera se molestó en mirar los productos patológicos.
Total que visto lo visto, me pasaron a boxes esos, me quitaron la ropa que metieron en unas bolsas que parecían de basura y me pusieron un camisón de hospital. Allí la cosa cambió. Estaba en la zona de agudos, ( cosa que supe después ) y aunque aislada por las cortinas, no puedes parar de oír lo que sucede a tu alrededor, y precisamente no es agradable. En cuanto me pusieron el suero, notaba que recuperaba un poco la conciencia, y la verdad no se si fue lo mejor, porque prestando atención me di cuenta que, al abuelo de enfrente le daban instrucciones en voz alta para hacerle una exploración anal. A lo lejos, se oía la voz de alguien gritar con todas sus ganas. Las enfermeras corrían de un sitio a otro, con aparatos de medir la tensión, con cacharros de alimentación parenteral, gasas, botellas de suero, termómetro... Juro que casi me daba vergüenza estar ahí, comparado con lo que tenía la gente que me rodeaba. Pasaban las horas y yo seguía allí, medio desnuda y helada de frío. Trataba de tomarles un poco el pelo a las enfermeras, para que se echaran una risilla, porque no, al menos estas no, estaban insensibilizadas al dolor. Veías preocupación por todos lados, prisas, angustias, carreras.
Llegaron mis análisis y al leerlos la doctora me miró y dio instrucciones: preparadla para la UCE ( unidad de corta estancia ) y yo pensé que me llevaban a otro sitio para darme el alta inmediatamente, pero no fue así. Llamaron a mis familiares, y les dijeron para sorpresa de todos, que me ingresaban. Al salir de allí atravesé urgencias en la cama y con los sueros colgando. Había mucha gente que estaba todavía sentada esperando algo, desde que yo llegué y me miraban mientras me llevaban a esa sala. Se hace el silencio cuando pasa un enfermo en una camilla. Llegué a la susodicha sala, todo estaba a oscuras, pero veía camas aunque no sabía si ocupadas o no. Otra enfermera, le dijo a la mía que si era un hombre podía quedarme, que si no, no. Y esta misma enfermera, se dirigió a mi diciendo, lamento que no te puedas quedar, pero es que son todo hombres, no es porque no queramos que te quedes con nosotros. No recordaba yo tanta delicadeza en una enfermera. Así que después de otro viaje, llegué por fin a una sala, donde si había sitio: Geriatría.

jueves, enero 26, 2006

Viaje a Decrepilandia. (Primera parte, los antecedentes)

Todo comenzó el jueves de la semana pasada, era el cumple de mi padre y para celebrarlo nos fuimos con un amigo suyo a tomar una cañita. Era la hora de comer y como no queríamos que mi madre nos regañara por llegar sin hambre, pero a la vez queríamos invitarle al amigo de mi padre a algo y aprovechando que estábamos en un bar marisquero por excelencia, pues se me ocurrió pedir media docenita de ostras, que de paso, nunca las había probado. Me parecieron sencillamente asquerosas, sin ese toque glamoroso que se supone tienen. No voy a explicar la sensación cuando pasaron por mi garganta.

Así que por la tarde me dediqué a hacer tarta de queso para la noche. Al final tras unos encontronazos varios no logramos ir a ver a Faemino y Cansado y lo cambiamos por una cena en una crepería. Mi sorpresa fue, que al pedirme unas fajitas, me las dieron envueltas en un crepe también estaban malísimas. No, no es que yo ese día tuviera el paladar tonto, es que había elegido mal, sin más.

Al día siguiente, recuerdo que mi madre hizo unas croquetas estupendas ( mi madre es la reina de las croquetas ) y comí un montón. Por la tarde y como estaba estudiando, tomé todas las chuches que se me antojaron. A eso de las 8 de la tarde me invitaron a un espectáculo de magia, que tendría lugar a las 11 de la noche. Me apetecía mucho y acepté, pero lamentaba todas las guarradas que había comido esa tarde, sentía la tripa sucia y llena y para eso solo hay un remedio, manzanilla, a ser posible un par de bolsitas. Y esa noche fiestaaaaa!!!!

Pero está vez no fue así, según pasaba el tiempo el estómago me dolía más y más, sentía todo como si fuera un globo muy hinchado, si presionaba en cualquier parte me dolía y la manzanilla no hacía nada esta vez. Decidí meterme los dedos y terminar con aquello y la verdad, no se si fue la mejor idea que pudo ocurrírseme, porque empezar empecé, pero luego no podía parar y así me tiré durante más de dos horas. No toleraba nada, ningún liquido o sólido aguantaba mas de diez minutos en mi estómago, momento en el cual iniciaba las carreras al baño. Asi que y de la mano de mi santo y nunca bien ponderado padre me fui al hospital clínico.

Tengo que agradecer la amabilidad del taxista que contempló como un minuto antes de subir a su coche vomitaba en plena calle y aun así me permitió subir Gracias a Dios que el buen hombre llevaba una bolsa y por tanto su medio de trabajo permaneció inmaculado.

Todo esto, han sido los antecedentes, la verdadera aventura comienza a partir de aquí.

miércoles, enero 18, 2006

A mi Padre

Se define Axioma como: Proposición tan clara y evidente que se admite sin necesidad de demostración.

Para andar por casa diremos que, creo que, todos tenemos unos pilares o axiomas, sobre los que se apoya el resto de cosas, que conforman nuestra personalidad.

Hoy me apetecía hablar sobre la sinceridad propia, la coherencia entre lo que decimos y lo que pensamos al respecto, cosa que me da que pensar todos los días. Pero ha ocurrido algo que me ha trastornado.

Quizás soy medio tonta, o me dejo llevar demasiado por la intuición, pero aunque dicen eso de que obras son amores y no buenas palabras a mi, me importa mucho que me hablen de sentimientos, en especial, cuando se trata de sentimientos del índole amoroso hacia mi persona. Y es que, suelo darme cuenta de si cuando me dicen un te quiero, o me hacen un mimo, hay sinceridad o no la hay. (O eso creo, todo sea que hasta ahora, siempre me las hayan dado con queso, que todo es posible.)

Otro de los axiomas de mi vida, es la devoción por mi padre. Mi padre es la mejor persona del mundo y quien diga lo contrario se las va a ver conmigo. Afortunadamente, los que conocen a mi padre son de la misma opinión. Los que no opinan igual, ( solo conozco dos casos y por supuesto no les dirijo la palabra ) es que no conocen a mi padre.

En mi padre afloran dos cosas, su simpatía y su bondad. Y le brotan de los poros como a otros les brota el sudor. Siempre busca la parte buena de todo, cosa que a veces le hace parecer tonto. Y también, siempre busca arrancarte una sonrisa con su amabilidad y su simpatía. Y si, yo si me fío de mi padre. Mi mayor orgullo, es ser su hija. Ojala yo aprendiera de su humildad, de su sencillez, de su bondad, porque a su lado todos nos sentimos un poco malas personas.

Mi padre tiene los estudios básicos de un pueblo de La Mancha en posguerra, uno de los pueblos más rojos de España. Mi abuelo paterno se salvó del paredón porque no quiso matar a nadie y ayudó a salvar al cura del pueblo. Y no porque fuera el cura, sino porque, según mi abuelo, era una buena persona.

Mi padre nunca ha usado un diccionario, ha leído poco. Y ayer, yo estaba explicándole como van los mensajes en los móviles. Creo que no le ha quedado claro, pero aun así logró responderme a un sms que yo previamente le había mandado. Yo escribí: Hola Papá y el me contestó ANATEQUIERO.

Mañana no se, pero hoy, muchas, muchas cosas, han dejado de tener importancia.

lunes, enero 09, 2006

Solamente lo intento.

Leyéndome a mi misma últimamente me doy un poco de grima. Parezco un libro de autoayuda. Y con este pensamiento se me encadena una escena de Sexo en Nueva York. Charlotte tratando de superar su divorcio, se dirige a la sección de autoayuda de una megalibrería, allí, y mientras busca el último hit en ese género oye, y ve a una mujer gorda, llorando a moco tendido y voz en grito, sentada en el suelo de esa sección. Se miran y con un vestigio de vergüenza Charlotte prosigue su búsqueda. Lo encuentra, sonríe, lo coge satisfecha cuando es interpelada por la plañidera, mientras se limpia los mocos con el pañuelo de una manera? digamos sonora. " ¡OH! ese libro" le dice, " a mi me fue muy bien­" Y Charlotte suelta el libro pensando, seguramente, Dios si a ella le fue bien y está en ese estado...no quiero ni imaginar lo que hará por mi.
Pues si, a mi me pasa lo mismo. No soy ninguna experta en nada, ni en clínica, ni en psicología, ni en psiquiatría. Ni siquiera doy consejos a nadie, y no es mi intención hacerlo porque no tengo la llave, ni la clave de nada. Solo escribo lo que me ocurre a mi misma y lo que estoy haciendo para tratar de mejorar y superarme. Cuento mis elecciones, las que hago y las que rechazo y por qué lo hago. Si alguien tiene mejores recetas basadas en sus experiencias o conocimientos profesionales, por favor, ayúdame y dímelo. A veces, siento que lo que hago tiene la misma importancia en mi vida que el tratar de poner tildes, o el poner los signos de puntuación, admiración, exclamación e interrogación abiertos y cerrados y no como nos está enseñando el pitinglis solo cerrados.
Y lo único que verdaderamente se, es que estoy caminando y mientras lo hago, dejo atrás cosas. Es la única certeza que tengo y a lo único que me agarro porque depende de mi, intentarlo. Sigo sin fumar.

Gracias por la fuente, es preciosa, preciosa, preciosa. Y por poner una vela perfumada. Ojalá pudiera devolverte por mil, la felicidad que me diste en esos instantes.

lunes, enero 02, 2006

Más recetas o mejor dicho, un truco

Llego al trabajo con absolutamente 0 ganas, después de unas vacaciones maravillosas. Y no es que haya hecho nada especial, es más la manera en las que me las he tomado. Me he ido al pueblo, donde continuamente me taladran con el sonsonete del cuando te casas que quiero ir a tu boda antes de morirme... Como si una no tuviera ya bastante que aguantar, como para que encima te tengas que tragar semejante chantaje emocional. Y lo peor de todo, es que te lo dice una ancianita decrépita, que hacías en el cuadrado hace tiempo. Así que, he decidido pasar de todo el mundo, familia incluida y hacer lo que realmente me viniera en gana. Reconozco que esta navidad me he dado más de un capricho y lo que te rondaré morena cuando lleguen las rebajas. Y es que no está nada mal eso de mimarse a una misma. Te evita las frustraciones de cuando esperas mimos y estos no llegan.
Sigo aplicándome la política de pensar menos y hacer más. Estoy sorprendida porque siento los resultados, y me gusta, aunque todavía queda mucho camino. Y hoy al llegar leo un "mantra" de Wendeling acerca de no sentirse culpable por lo que no ha sucedido... Me tranquilizas maia, porque veo que todos andamos más o menos un poco igual. Yo sufro por películas que alimento con mis miedos. No son verdad, no han sucedido ni tienen por qué suceder y sin embargo, duelen tanto como las realidades.
Según la literatura profesional "La ansiedad es una de las emociones humanas básicas, y suele manifestarse cuando nuestra integridad espiritual, mental o física se ve amenazada. Se reconoce por su carácter desagradable, una suerte de "dolor emocional", asociado a la percepción o el temor de un desenlace negativo en una situación incierta o de riesgo. La ansiedad patológica puede reconocerse cuando los síntomas generan sufrimiento o discapacidad, ya sea por su excesiva intensidad o por la ausencia de un estímulo identificable para el cual sirva de mecanismo de adaptación".
Es decir, que está bien tener un poquito de ansiedad, pero no puedes pasar de un limite que te marca...¿Quién? A veces tengo la sensación de que no he o hemos, superado esa etapa que se dice tenemos cuando somos peques, en las que nos imaginamos como los héroes que salvamos al mundo y todos nos reconocen por la calle y nos quieren y nos temen, nos respetan y absolutamente todo, pero todo el mundo, desea ser como nosotros, pero ¿por qué ahora visualizamos de modo negativo.. y nos recreamos en el dolor, imaginándonos la situación con todo lujo de detalles?. ¿Por qué nos hacemos daño nosotros mismos con nuestras propias mentiras? ¿Tan masoquistas somos?
Está claro que recurrimos a las ensoñaciones positivas porque nos hacen sentir mejor, pero ¿por qué a las negativas? No lo sé, en cualquier caso lo único que puedo decir es que yo antes las dejaba crecer en mi cabeza, como si me sirvieran de adiestramiento para algo... ¡je!, y luego llegamos a eso de la teoría auto cumplida. El otro día, cuando lloraba a moco tendido por una pesadilla de estas, decidí que no podía seguir sufriendo más, que no tenía sentido llorar dos veces y que si tenía que llorar, ya lloraría cuando me tocara, no antes, porque aunque fuera probable que sucediera lo que me temía, en esos momentos, prefería escapar leyéndome un libro que me gusta mucho.
Me costó concentrarme, pero lo logré, pasé un rato muy agradable y cuando terminé la ansiedad se había ido. No es huir de un problema, ni mucho menos, es huir de un fantasma que yo me invento.
La buena noticia, es que tiempo me dio la razón a mi, no a mis miedos. Así que seguiré tratando de fintarlas, convenciéndome de que las situaciones que imagino no son reales y contrarrestándolas haciendo algo más divertido. Dicen que este va a ser un buen año. Y sigo sin fumar.