viernes, enero 18, 2008

Ground Control to Mayor Tom


Y me imagino bailando mientras oigo esta canción (gipsy, fleetwood mac) y un anhelo se escapa de mi cuerpo. Si estuviera en mi casa y de puntillas me deslizaría por el parquet (o como se diga).

Me gusta bailar, me gusto cuando bailo, me gusta como se mueve mi cuerpo, aunque también soy consciente de que es complicado que lo haga en absoluta libertad, que me libere de ese férreo control que el pudor y la vergüenza imponen cuando bailo en público, aunque alguna vez me ha pasado, sobre todo si he bailado con la compañía adecuada (G, eres sin duda el mejor para bailar, no sabes cuantas veces echo de menos, esas dos o tres ocasiones en las que, ligeramente ebrios, hemos coincidido en lugar y música para escandalizar al personal).

Y no escribo, porque siento que no tengo nada que decir, o al menos, nada nuevo, nada diferente. Mi vida transcurre en uno de esos momentos por los que he pedido y rezado hasta hartarme en otros. Un momento de esos plano, sin apenas ilusiones, y como decía Nietzsche (por Dios que difícil es escribir este apellido), un momento sin bálsamo ni veneno, sin nada malo ni bueno. Ha llegado tan de repente que me ha dejado atontada por el silencio, por el eco de mis pensamientos en la mente y estos llenos solo con mis disquisiciones, nada de acontecimientos a los que darles tres vueltas. Pipo dice que es el otoño, que a mí como a él, la primavera y el otoño nos trastornan, que es la luz, los ciclos circadianos o cómo se diga, pero el hecho es que cada día me apago un poco antes, y no es que me vaya a dormir, no, sino que sólo me apetece ver Boston Legal en mi pantalla y sonreír con las patochadas de dicha serie, sin pretensiones.


Así empezaba un post que comencé hace meses y sigo igual, nada me ha sacudido de mi apatía, alguna sonrisa, alguna carcajada hueca de las que duran en ti lo que duran en tu rostro, alguna lágrima que fluye, pero tampoco es un estado de tristeza. Es como si estuviera permanentemente ida. Sólo se calentó mi corazón un poco en navidades, con el cariño y la ternura de mis sobrinos, pero el maldito trabajo, bendito sea, no me dio opciones a disfrutar de ellos más allá de las fiestas de guardar.

No me gusta escribir estando en este estado, no me gusta lo que escribo.


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