Ha sido horrible y aún no puedo decir que haya terminado, pero aquí estamos, al menos escribiendo.
No ha habido ninguna tragedia, ni como dice la canción dramas mexicanos de Buñuel, simplemente he caído en un estado de olvido, de olvido de mis sueños, de mis ilusiones, de mis metas, hasta anclarme en una caida ensordecedora cuyo silencio, no dejaba ni espacio ni intención para nada más.
Como una autómata me he dirigido hasta el trabajo y he trabajado, incluso he reído, discutido, y estallado, pero al llegar a casa todo eso se evaporaba de mi mente, como si al lavarme la cara se me corriera la sonrisa dibujada artificialmente y solo quedase el vacío, el hueco. Ansiaba el silencio, el no hacer nada, el que las horas pasaran ausente de mí misma, como quien contempla una carta de ajuste eterna.
Al escribir esto pienso en Credendo y me pregunto si esto es algo parecido a su inframundo . Mis deseos se fueron apagando poco a poco, como una lamparilla (nota del traductor, mecha de parafina pegada a un corcho, que se echa en un vaso con un poco de agua y otro poco de aceite, puff creo que era aceite). Y en apariencia, nada me ocurría porque nada llegaba a alterarme, me sentía tranquila sumergida en el éter, en la nada, incluso podía hablar de ello, casi de una manera risueña, mi calma chicha.
El único signo, o síntoma inequívoco de que algo, y algo malo ocurría, era mi insomnio, que aún lo padezco un poco. Todas las noches a eso de las 23:30 los ojos me pesaban como si un hipnotizador me susurrase órdenes somníferas y no deseaba otra cosa que ir a la cama, sin pensar y allí caía desplomada, apenas me daba tiempo a arroparme y después, abría los ojos, casi con una precisión matemática me despertaba, a la misma hora, las malditas 3,30. AM, me sentía cansada sin ganas de levantarme, sólo quería volver a dormir... pero no había manera. Sistemáticamente miraba el reloj, 3,45, 4,00, 4,20 y hacia las cinco, cuando ya era un manojo de nervios, me levantaba y me arrastraba hasta el pc a ver el último episodio de Naruto que tuviera en mi haber o cualquier otra cosa. A veces a las seis y media lograba dormir de nuevo, otras no.
Lo bueno de esto es tener amigas como yo las tengo, una de ellas psicologa con la que quedé uno de los días que más cansada recuerdo, me miró y me dijo que te pasa... Y con voz lastimosa le relaté mi insomnio, mis ganas de no pensar, mi aparente placidez y desentendimiento de todo, casi sonriendo le decía que estaba tranquila, bien, pero que únicamente no dormía.
No me sacudió de milagro, la bronca que me calzó aún me escuece. En resumen, me soltó que si no dormía y no hacía nada para remediarlo acabaría cayendo en la distimia, que ya estaba bien de quedarme con los brazos cruzados y que como era evidente que algo tenía, que le pusiera remedio. Porque que eso de pasarme la vida mirando a la luna, suspirando por mi sueño perdido... era una actitud de una adolescente que correría a refugiarse en las faldas de su madre, no de una adulta como se supone que soy. Que tal vez necesitara que alguien me lo dijera para ponerme a funcionar, eso no era malo, cuanto menos humano, pero que si salía por esa puerta sin la actitud de luchar por mi vida, sería merecedora de lo peor que me pudiera pasar y me lo habría buscado yo solita.
Reconozco que me sentí bastante inútil y desvalida, humillada y sin fuerzas, pero con la firme convicción de que ella tenía razón. Y la tiene.
Ese día me tomé algo para dormir, me desperté a la misma hora de siempre, mas esta vez al ver la hora sonreí, aún me quedaban otras cuatro horas al menos para dormir, y eso hice.
Al día siguiente me levanté mucho más fresca y más animada, aún un poco perdida, pero con más fuerza. Esa noche volví a dormir y esta vez fue de un tirón. Tres días después ya me apuntaba cosas para hacer y no olvidarlas, tenía tantas acumuladas... pero no me estoy dando el atracón.
Mi rubia del norte, porque a la otra la he perdido la pista y ahora es rubia del sur, me ha regalado un libro con fábulas desarrolladas... la rana que no sabía que estaba hervida... habla del despertar de la conciencia y al leerlo me doy cuenta de hasta que punto había caído en la inconsciencia, y no sólo yo, estamos todos un poco aturullados. Recomiendo mucho leer ese libro.
Mi objetivo primordial es coger rutinas, disciplinas que me libren del caos. Me obligo a hacer las cosas, a veces se me olvidan algunas, pero creo que lo estoy logrando. Ese es mi pequeño gran reto. Y ese es mi sueño para esta temporada.
Etiquetas: aupa, de las cenizas