miércoles, febrero 20, 2008

Sobre ranas y otros hervores

Ha sido horrible y aún no puedo decir que haya terminado, pero aquí estamos, al menos escribiendo.

No ha habido ninguna tragedia, ni como dice la canción dramas mexicanos de Buñuel, simplemente he caído en un estado de olvido, de olvido de mis sueños, de mis ilusiones, de mis metas, hasta anclarme en una caida ensordecedora cuyo silencio, no dejaba ni espacio ni intención para nada más.

Como una autómata me he dirigido hasta el trabajo y he trabajado, incluso he reído, discutido, y estallado, pero al llegar a casa todo eso se evaporaba de mi mente, como si al lavarme la cara se me corriera la sonrisa dibujada artificialmente y solo quedase el vacío, el hueco. Ansiaba el silencio, el no hacer nada, el que las horas pasaran ausente de mí misma, como quien contempla una carta de ajuste eterna.


Al escribir esto pienso en Credendo y me pregunto si esto es algo parecido a su inframundo . Mis deseos se fueron apagando poco a poco, como una lamparilla (nota del traductor, mecha de parafina pegada a un corcho, que se echa en un vaso con un poco de agua y otro poco de aceite, puff creo que era aceite). Y en apariencia, nada me ocurría porque nada llegaba a alterarme, me sentía tranquila sumergida en el éter, en la nada, incluso podía hablar de ello, casi de una manera risueña, mi calma chicha.

El único signo, o síntoma inequívoco de que algo, y algo malo ocurría, era mi insomnio, que aún lo padezco un poco. Todas las noches a eso de las 23:30 los ojos me pesaban como si un hipnotizador me susurrase órdenes somníferas y no deseaba otra cosa que ir a la cama, sin pensar y allí caía desplomada, apenas me daba tiempo a arroparme y después, abría los ojos, casi con una precisión matemática me despertaba, a la misma hora, las malditas 3,30. AM, me sentía cansada sin ganas de levantarme, sólo quería volver a dormir... pero no había manera. Sistemáticamente miraba el reloj, 3,45, 4,00, 4,20 y hacia las cinco, cuando ya era un manojo de nervios, me levantaba y me arrastraba hasta el pc a ver el último episodio de Naruto que tuviera en mi haber o cualquier otra cosa. A veces a las seis y media lograba dormir de nuevo, otras no.


Lo bueno de esto es tener amigas como yo las tengo, una de ellas psicologa con la que quedé uno de los días que más cansada recuerdo, me miró y me dijo que te pasa... Y con voz lastimosa le relaté mi insomnio, mis ganas de no pensar, mi aparente placidez y desentendimiento de todo, casi sonriendo le decía que estaba tranquila, bien, pero que únicamente no dormía.

No me sacudió de milagro, la bronca que me calzó aún me escuece. En resumen, me soltó que si no dormía y no hacía nada para remediarlo acabaría cayendo en la distimia, que ya estaba bien de quedarme con los brazos cruzados y que como era evidente que algo tenía, que le pusiera remedio. Porque que eso de pasarme la vida mirando a la luna, suspirando por mi sueño perdido... era una actitud de una adolescente que correría a refugiarse en las faldas de su madre, no de una adulta como se supone que soy. Que tal vez necesitara que alguien me lo dijera para ponerme a funcionar, eso no era malo, cuanto menos humano, pero que si salía por esa puerta sin la actitud de luchar por mi vida, sería merecedora de lo peor que me pudiera pasar y me lo habría buscado yo solita.

Reconozco que me sentí bastante inútil y desvalida, humillada y sin fuerzas, pero con la firme convicción de que ella tenía razón. Y la tiene.

Ese día me tomé algo para dormir, me desperté a la misma hora de siempre, mas esta vez al ver la hora sonreí, aún me quedaban otras cuatro horas al menos para dormir, y eso hice.

Al día siguiente me levanté mucho más fresca y más animada, aún un poco perdida, pero con más fuerza. Esa noche volví a dormir y esta vez fue de un tirón. Tres días después ya me apuntaba cosas para hacer y no olvidarlas, tenía tantas acumuladas... pero no me estoy dando el atracón.


Mi rubia del norte, porque a la otra la he perdido la pista y ahora es rubia del sur, me ha regalado un libro con fábulas desarrolladas... la rana que no sabía que estaba hervida... habla del despertar de la conciencia y al leerlo me doy cuenta de hasta que punto había caído en la inconsciencia, y no sólo yo, estamos todos un poco aturullados. Recomiendo mucho leer ese libro.


Mi objetivo primordial es coger rutinas, disciplinas que me libren del caos. Me obligo a hacer las cosas, a veces se me olvidan algunas, pero creo que lo estoy logrando. Ese es mi pequeño gran reto. Y ese es mi sueño para esta temporada.

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viernes, febrero 01, 2008

Hacer o no hacer... that's the question


Dicen los sabios místicos que tienes que hacer caso a tus instintos, que la respuesta está en el interior de ti, que es precisamente donde nunca vamos a buscarla, pero realmente yo siempre me pregunto, ¿Es verdad lo que me dice el instinto, o es sólo lo que yo creo que me dice?

Me explico, supongo que a todos nos ha pasado que que de repente nos damos cuenta, o parece que nos damos cuenta, que la relación con una persona ya no da para más, sea esta del tipo que sea y es en esos momentos cuando a mi me da por mandar a la gente al wano, y como soy una mieja drástica, pues hala, lo hago a la tremenda, borro todo, sus telefonos, sus mails, su entrada en messenger, vamos que borro bien borrado.

Mi rubia del norte, me llama bruta hasta jartarse, me dice que no se puede ser así, que la gente va y viene por temporadas, que en el fondo todos vamos a lo nuestro y que por supuesto, no puedo esperar que quien yo quiera esté allí, a mano, a mi disposición para cuando a mi me apetezca y considere y supongo que hasta cierto punto tiene razón, pero es que hay veces que la sensación te envuelve y lo ves claro cristalino.

Es entonces cuando me surge la duda, porque normalmente nada es blanco o tan blanco o tan negro como nosotros lo vemos, para todo hay matices y salvando las faenas del género putadas, si nos ponemos a buscar encontramos explicación y buenas razones para casi todos los comportamientos que nos hacen la puñeta.

No negaré que me ha asustado la soledad, aunque tambien es cierto que desde que tengo mi casa, mi soledad es otra historia, vamos, y es que paso tanto tiempo sola tan ricamente y tan agustito que el decir que no me gusta la soledad corresponde a otro tiempo pretérito, adoro estar los dias de diario en casa relajada y haciendo lo que me apetece, vamos que ni a comprar salgo si puedo evitarlo; cuando me gusta salir son los fines de semana. Y de repente te ves en una edad, en la que ya la mayoría de tus amigos/as, están casados o a punto de separarse, se van sintiendo más y más mayores y con menos ganas de hacer nada, se les ha olvidado que antes tenían curiosidad por las cosas, y la vida diaria apenas les deja energía para el fin de semana, santo momento, que usan para recargar las pilas y hacer absolutamente nada.

Pero porque esto es así y porque según nos hacemos viejos nos volvemos más hipócritas, nos empiezan a salir naturales las frases esas de "mañana te llamo", o "a ver si nos vemos" para cubrir el expediente, con intención de cumplirlas igual a cero.

Y yo, es que entre otros muchos tengo un defectillo, y es que me toca la moral las cosas que se dicen sin intención de cumplirlas o mejor dicho, que en el momento puede que si se tenga la santa intención de hacerlas, pero se acaban disipando porque es más cómodo no hacerlas, porque luego ya se ha pasado ese momento emocional que nos arrancó esas palabras. Pues eso, me cabrea sobremanera.

Pipo me dice que las castellanas es que somos muy estrictas, que hay que tomarse las cosas no tan a la tremenda sino de manera más relajada, que no puedo ser tan cartesiana (esa expresión me pone, todo sea decirlo). Y entonces cuando ya estoy apunto de soltar la hoja de la guillotina por hartazgo, me planteo si no seré yo quien está sacando las cosas de madre.

Y el run run de hay que hacer las cosas bien, no hay que ponerse a la altura de, no tengas en consideración lo que te han hecho sino cómo se deben hacer bien las cosas y seguro que tiene un buen motivo, me acaba ganando de mano y vuelvo a llamar, y a ser simpática y educada y aviso que no me ha gustado esto y lo otro por aquello de ser asertiva y tal. No tengo remedio, y normalmente a poco después se vuelve a confirmar mi impresión primera y pataleo y trago bilis y vuelta a empezar, hasta que un día me harto y digo a la mierda y formateo a bajo nivel.

¿Qué hacer si no? ¿Dejar las cosas morir por inanición o esperar a que un día no tengan nada mejor que hacer y se les ocurra acordarse de mí y entonces volverme tan hipócrita como ellos?. No soy de esa pasta. Lamentablemente, porque siempre me lamento, cuando ocurre ese día, que al final siempre ocurre, después de una conversación intrascendente y trivial y cuando te sueltan el consabido a ver si nos vemos, me brilla el colmillo y no puedo evitar soltar un, pues como no me llames tu para proponer algo espera sentado/a a que yo te llame, porque fijo se me olvida. Luego van y dicen que soy una borde.