sábado, noviembre 22, 2008

Despertándome


Cuando murió mi abuelo... no dejé que nadie me tocara, no quería abrazos. Sabía positivamente que si lo permitía me iba a derrumbar, que necesitaba tener el control. Es lo que siempre hago ante una situación dolorosa, pensar y tratar de recuperar el control.

Quería arreglar mi mundo que sentía patas arriba, primero mi "cagada" con mi hombre de tierra. Después... y en busca de respuestas para recuperar el control (sí, ya sé que me repito) me fui a Santiago a peregrinar otro rato. Y vaya si encontré respuestas, me miré en un espejo de bondad, esa virtud que aprecio infinitamente más que la inteligencia y vi en mi persona todos los defectos que me era fácil reconocer en otros, y sin embargo, la delicadeza y el cariño con que allí me trataron me dejó anonadada, podían verme tal y como soy, imperfecta, altanera y muchos más adecuados adjetivos y aún así quererme, me sonreían con sinceridad y simpatía, y me trataban como si fuera la reina de Saba, o mejor que eso, de la familia, de toda la vida.

Volví asqueada de mí misma, como si fuera un sapo, pero firmemente decidida a cambiar todo eso. Sacudida entre múltiples emociones me fui a casa de mi mejor amiga, porque supe que allí tampoco podía perder el control, no podía permitirme a mi misma, hacerlo allí, en público. Y aunque algún arrebato de llanto, sobre todo los primeros dos días, si que tuve, volví a mi hogar con cierta fuerza por haber hecho las cosas bien allí. No me había derrumbado, entrado en ese estado catatónico de otras ocasiones. Y con el empeño de cuando algo se me mete entre ceja y ceja, de una manera frenética me forcé a hacer las cosas como no tengo costumbre. En mi casa mi actividad bullía, apenas si tenía tiempo de sentarme a pensar, me obligaba una y otra vez. Y entonces murió mi tía. Aún me quedo sin aire al pensarlo. Viajes de ida y vuelta, kilómetros que caían como los segundos en un minuto, actividad frenética de nuevo, control, control, control.

Pipo me visitó y fueron horas en las que las palabras se desgranaban como las pipas de los girasoles. No hice nada, sólo hablar y hablar abandonando mi marcialidad autoimpuesta, mis disciplinas, las rutinas que al cabo del día me hacían sentir que iba bien, que lo estaba logrando cayeron y me abandoné a la languidez de la inactividad, mientras trataba de resolver problemas de software en mi pc, mi mente ocupada. A veces nos complicamos la vida para huir de los problemas reales y cuando no cacharreaba me abandonaba de nuevo al mundo onírico o a la limpieza mental de la tele.

Me estoy despertando, abro los ojos y no me parece real nada de lo que me ha sucedido. No tengo una sensación temporal de todo lo que me ha pasado... apenas han sido dos meses, pero parecen incluso años. Aún lo veo todo borroso. No siento mucho y volver al silencio de mi casa cada tarde, hace que de alguna manera el reloj se detenga, aunque sepa que no es así. Aquí el tiempo pasa lento, cadencioso y ahora lo último que me apetece es pensar, solo pasar el tiempo sin prisas ni obligaciones. Y me doy cuenta de que me he agotado, he querido correr lo que antes no fui capaz de andar.

He conseguido fijar dos o tres cositas de todo lo que dije que iba a cambiar, no es mucho, pero ahí están. Y eso trae muchas, muchas más buenas, un rayito de esperanza también. Es como si fuera un dominó a cámara lenta, están cayendo las primeras fichas que empujan a las que le siguen. Sí, lo sé, estoy un poco apática, se que me observan con preocupación quien no entiende esa tranquilidad que desprendo. Mi respuesta es, no tengo ilusión, nada hace que mi corazón se acelere, es como si me hubiera vuelto impermeable. Pero no me dejo caer ni me abandono, simplemente voy haciendo, sin detenerme, sin alegrías luminosas. Pero no me siento mal, estoy bien.

2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

"Podían verme tal y como era, altanera, imperfecta" y no sé cuantas más lindezas que has dicho de ti misma. Eso está bien, predicar con el ejemplo... hay que quererse a uno mismo es la frase q más te he oído decirme, y vas tú y te dedicas unos piropos estupendos. Olé!!!!!
Pero bueno, no soy yo quien para regañar verdad?
Ahora sí, lo que te voy a pedir es q está bien q sigas haciendo, pero también haz por buscar esa alegría q te has dejado escondida en alguno de los cajones mientras estabas haciendo esas cosas en casa. Seguro que al guardar los trapos, ropa o manteles, en alguno de ellos te has dejado la alegría, así q, aunque tengas q poner la casa patas arriba otra vez, tienes q encontrarla otra vez.
Y si no puedes sola, sílbame...
Saludos desde el Inframundo.

sábado, noviembre 22, 2008 10:53:00 p. m.  
Blogger d.C. OtherSite ha dicho...

Es de comprenderse,un estado normal del ser humano... quedar en MU, ni para allá ni para acá, simplemente estar, no excelente pero tampoco mal, así que ahi estás sobreviviendo día con día...

Pero todo pasará ya verás y esto habrá sido una experiencia más a tu vida que te complemente. Volverá a tí la luz, la alegría y la inspiración...

Por mi parte te envío un gran abrazo, y espero pronto nos cuentes que algo nuevo te mueve.

Desde México

domingo, noviembre 23, 2008 8:41:00 p. m.  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio