viernes, enero 27, 2006

Viaje a Decrepilandia, 2º Parte: EL Nudo

Hace unos años me leí el libro El Hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Prometo que después de leerlo me miré en el espejo y dije, Anita, date con un canto en los dientes, porque gracias al de arriba todo tu cuerpo funciona bien, en mayor o menor medida. Pues eso era lo que pensaba yo mientras esperaba a que un medico me dijera algo. Notaba mi cuerpo descontrolado y dolorido por todas partes. Es feo decirlo, pero a duras penas controlaba los esfínteres, y tengo serias dudas sin en algún momento no llegué a perder el control. Me pasaron a consulta donde me hizo el test una Barbie de revista, nombre, edad,
¿que te pasa? Gastroenteritis aguda, respondí
­¿número de deposiciones?
tal y cual,
¿Has observado productos patológicos?
Pues mire usted, no estaba yo pensando en observar si había productos o cosas raras tanto en mis heces como en mi vómito.
¿Te has tomado la temperatura?... Pues no, estaba yo intentando no caerme al suelo. Y encima es q te tienes que sentir culpable por no mirar tu caquita... manda narices! Lo curioso del tema, es que estando allí, vomité en un cacharro que me dieron para la ocasión y la tipa ni siquiera se molestó en mirar los productos patológicos.
Total que visto lo visto, me pasaron a boxes esos, me quitaron la ropa que metieron en unas bolsas que parecían de basura y me pusieron un camisón de hospital. Allí la cosa cambió. Estaba en la zona de agudos, ( cosa que supe después ) y aunque aislada por las cortinas, no puedes parar de oír lo que sucede a tu alrededor, y precisamente no es agradable. En cuanto me pusieron el suero, notaba que recuperaba un poco la conciencia, y la verdad no se si fue lo mejor, porque prestando atención me di cuenta que, al abuelo de enfrente le daban instrucciones en voz alta para hacerle una exploración anal. A lo lejos, se oía la voz de alguien gritar con todas sus ganas. Las enfermeras corrían de un sitio a otro, con aparatos de medir la tensión, con cacharros de alimentación parenteral, gasas, botellas de suero, termómetro... Juro que casi me daba vergüenza estar ahí, comparado con lo que tenía la gente que me rodeaba. Pasaban las horas y yo seguía allí, medio desnuda y helada de frío. Trataba de tomarles un poco el pelo a las enfermeras, para que se echaran una risilla, porque no, al menos estas no, estaban insensibilizadas al dolor. Veías preocupación por todos lados, prisas, angustias, carreras.
Llegaron mis análisis y al leerlos la doctora me miró y dio instrucciones: preparadla para la UCE ( unidad de corta estancia ) y yo pensé que me llevaban a otro sitio para darme el alta inmediatamente, pero no fue así. Llamaron a mis familiares, y les dijeron para sorpresa de todos, que me ingresaban. Al salir de allí atravesé urgencias en la cama y con los sueros colgando. Había mucha gente que estaba todavía sentada esperando algo, desde que yo llegué y me miraban mientras me llevaban a esa sala. Se hace el silencio cuando pasa un enfermo en una camilla. Llegué a la susodicha sala, todo estaba a oscuras, pero veía camas aunque no sabía si ocupadas o no. Otra enfermera, le dijo a la mía que si era un hombre podía quedarme, que si no, no. Y esta misma enfermera, se dirigió a mi diciendo, lamento que no te puedas quedar, pero es que son todo hombres, no es porque no queramos que te quedes con nosotros. No recordaba yo tanta delicadeza en una enfermera. Así que después de otro viaje, llegué por fin a una sala, donde si había sitio: Geriatría.

2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

jo, ana, con los viejitos??
(supongo que continuará la historia, verdad? no puedes dejarnos así, geriatría, y hala, ya está!!!)
(ya estás bien?)

sábado, enero 28, 2006 12:58:00 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Caramba, nena, menuda historia... y sólo acaba de comenzar verdad? Hombre, los viejitos con muy divertidos... Bueno, fuera bromas, espero que ya estés recuperada...Un abrazo...

lunes, enero 30, 2006 1:06:00 p. m.  

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