jueves, septiembre 18, 2008

VENENO


He vuelto de vacaciones, con sabor agridulce en los labios, más agrio que dulce, como el bitter que me tomé yo sola en Santiago, un lunes cualquiera.

Mi relación con mi hombre de agua se desmorona por momentos o eso parece, estamos en una batalla de voluntades absurda, yo estoy ofendida, el está ofendido. A mí me ofendió como se derramó el vaso y la ausencia de palabras que hicieran de trapito para recoger el desaguisado. A él le ofendió mi actitud perfeccionista y de profesora de todo y para todos y para ambos, la comunicación es algo que brilló por su ausencia por falta de tiempo, de oportunidad, de momentos para ello, las prisas, dieron paso al desahogo de pasiones contenidas que dejaron un ruido hueco entre ambos.

Yo con mis exigencias y el con no querer ceder "su manera", decía haberse mordido la lengua demasiadas veces sin musitar palabra… palabra ésta, que tal vez habría suavizado la sed y a mí me hubiera dado pistas. Después vinieron todas de golpe, con malos modos, defendiendo su orgullo mal herido y yo que no acertaba a explicar nada y entender menos, solo capeaba el temporal y la corriente que me arrastraba a ninguna parte.

Me fui herida a tratar de estar en soledad y a buscar respuestas en mi interior y por Dios que las encontré, unos días antes hice el camino de Santiago… estoy escribiendo un blog con mis impresiones a ese respecto, así que de nuevo busqué refugio en caminar y hallé las respuestas buscadas en la amabilidad de la gente que me fui encontrando, cuando compartieron conmigo lo que tenían y lo que no, para arrancarme una sonrisa o para evitar que cayera una lágrima. Y cayeron, vaya si cayeron, lágrimas de vergüenza, al contemplar que ni todos mis conocimientos pasados y futuros me convertían en mejor persona que ellos, aparentemente incultos, sencillos, nada sofisticados ni glamurosos, pero con una calidad humana y una bondad, muy olvidada por la mayoría que vivimos en estas urbes de locos. Entendí la inundación de mi hombre de tierra, entendí que estuviera rabioso, aún lo está. No sé cómo decirle todo esto que siento, no tengo claro que sea el momento de hacerlo, si estará dispuesto a escuchar, no sé si al dejar enfriarse su rabia también se irá con ella sus sentimientos hacia mí. Como suele ocurrir, sólo valoramos lo que perdemos. Y es probable que yo le haya perdido.

He vuelto a Madrid, a esta jungla donde impera la ley del más fuerte con presión en el pecho, y al llegar y tratar de respirar, el aire se me ha antojado viciado y sucio, cargado de malas intenciones por todos lados, de prisas, de poner poco cuidado y cariño a las cosas, de hacerlas mal y pronto, de malas palabras y peores sentimientos. Me ha dado asco, sobre todo al darme cuenta de que yo estaba en esa dinámica, jugando a ese juego, darme cuenta que llevo muchos años haciéndolo. La crítica fácil en la punta de la lengua, el ver paja en ojo ajeno es pan comido y lo dominamos con soltura, naturalidad y eficiencia. Sin darnos cuenta de cuánto daño podemos hacer con nuestras teóricas buenas intenciones. Al fin y al cabo una corrección, una crítica constructiva siempre ayuda a ser mejor. Y esta frase justificativa, también oculta una gran dosis de vanidad por parte del crítico, al que aplauden su agilidad y verborrea, sin mirar la calidad de persona que hay detrás. Y el círculo vuelve a empezar, para alimentar el ego de unos y humillar a otros. Como dice la frase: "El camino del infierno está asfaltado de buenas intenciones"

Bueno, dicen que he venido muy mística de Santiago, yo así y aquí lo escribo. Espero que me dure toda la vida y no envenenarme demasiado con la polución que me rodea por aquí.