―Eres muy fuerte
―Sí, lo soy
―Siempre lo demuestras
―No, sólo cuando hay que hacerlo
―No, siempre lo demuestras, siempre compites, siempre apareces como un adversario
―Contigo no
―Conmigo también
―No soy tu adversario
―A veces sí lo eres, a veces pareces tener más pantalones que un hombre
―Bueno sí, en ocasiones soy una mieja bestiaja
―Nunca llevas falda
―Bueno, alguna vez
―Y en tu interior.. ¿cuándo te vistes de chica?
(no supe que decir)
―Ha pasado el tiempo, han cambiado las cosas. Ya no tienes tantas guerras, relájate.
Aprendiste a defenderte, aguantaste y saliste, si no airosa, por lo menos no muy dañada, el caso es que saliste. No todo el mundo te está atacando, ya no es como antes, deja atrás eso, ya pasó.
―No es fácil
―No, no lo es, por eso sigues con la escopeta cargada y apuntando, ¿no te cansas?
―¿No me atacas tu a mí ahora?
―No, quiero besarte.
―Pues hazlo.
―Quiero robarte un beso, una caricia, un mimo, que no lo esperes, sorprenderte con la guardia baja, que dejes de pensar, de controlar y simplemente te entregues, sin que sea como dices un acto de la voluntad, de tu soberana voluntad. Pero no me dejas hueco por donde colarme, por donde asaltarte.
―Pero yo me doy cuando te beso
―Eliges hacerlo, y no quiero que lo hagas, no midas, no analices que no tengas ni oportunidad ni tiempo para hacerlo.
― Dime que alguna vez sucede...
― Alguna, y es maravilloso, pero mientras es agotador.
― Ayúdame entonces...
― Cuando te dejes